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LORENZO,  a su servicio

EL VIAJE

Hoy he visto mi ejecución pública en el canal de televisión del Círculo de Jurisconsultos... ¡al fin!. Levanto una mano para llamar la atención del mozo; pido una botella de champaña.

Me mira (sé que está sorprendido) mientras sirve una copa, y deja el resto en el balde, a mi lado.

Varios colegas van y vienen murmurando por el salón; uno que otro me dirige un discreto saludo moviendo la cabeza levemente hacia mí; sonrío, respondiendo.

Lentamente me adormezco, en este sofá tan cómodo... en este ambiente tan propicio... Una mano apoyada sobre mi brazo me vuelve a la realidad (¿realidad?). Es mi secretaria, quien dice necesitar de mi firma en algunos papeles.

Ella es suspicaz y desconfía desde el principio... ha notado algunos detalles que no ajustan, que son incongruentes. Lo atribuyo a las secuelas del accidente, sin aclarar demasiado.

Cuando comuniqué a los empleados y asociados que abandonaba la profesión, se sorprendió. Me miró largamente, con sus ojos de ratón y no deja de vigilar mis movimientos desde entonces.

¿Qué razones manifesté para justificar mi retiro? La necesidad de descansar, el deseo de disfrutar de mi fortuna antes de ser demasiado viejo, la alusión poco precisa a algún  problema de salud,...

Firmo los papeles después de leerlos detenidamente; se molesta un poco, pero debo ser muy cuidadoso, hasta el último momento.

Y fue tan doloroso lo de mis manos; las tuve vendadas durante tres meses y ahora, cuando las miro, pienso que el costo no fue demasiado alto. Pero mi decisión está tomada, y justo a tiempo. Seis meses más adelante y la renovación de los seguros del personal del estudio habría provocado contratiempos casi insolubles.

De ahora en adelante a vivir de mis rentas, con un buen nombre, una hermosa casa, y sin familia cercana... ¡y a viajar!

Y fue un viaje el que me puso acá. Salimos huyendo después de robar y de asesinar a todos esos allí (¡qué incomparable sensación!). Lo que mi socio había previsto para escapar no funcionó. Perseguidos y desesperados llegamos hasta  el puerto, nos lanzamos al agua y alcanzamos un barco que salía, nunca más a tiempo.

El botín se perdió casi todo; lo que quedó sirvió para sobornar a un marinero que nos escondió y nos dio algo de comida. Veinticuatro horas,... ¡y a bajar!

¿Dónde estamos? La costa es desconocida; casi un desierto; allá lejos se ve un caserío; y fuimos. En unos pocos días soy el dueño del lugar; los habitantes son raros; todos tan quietos, opacos, lentos... Ordeno, organizo, dispongo, les domino. Una mujer muy vieja se acerca deseando hablar conmigo. Ordeno que la saquen a patadas, que es muy desagradable. Pero no, a ella no, ella es santa, dicen.

Conversamos. Parece saber de mí más que yo mismo; y me propone un intercambio: ella soluciona definitivamente mis problemas y yo debo regresar a la costa, por ella.

“¿Regresar?, si no voy a irme,” digo. “Te vendrán a buscar, ya saben que estás acá,” responde. “ Venga ese trato, entonces.”

Y me dice cosas de las almas, de tomarse de las manos y de un abogado. Me obliga a memorizar un palabrerío muy extraño y rítmico.

Antes de la noche estaba preso, acusado de asesinato. Durante el arresto mataron a mi socio. Y ahora estoy a punto de volver a esa costa, para cumplir lo convenido.

Tal vez la mate...

Cuento corto realizado para el Ejercicio Nº 4 de EscritoresCF y expuesto en en sitio

  ---=== EPC Sci-Fi Database ===---  noviembre /2000

A los efectos de participación en concursos literarios se considera "no inédito"

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